PA CAGARSE CON LA NOTICIA - LO QUE HACE LA PERRERÍA
-----------------------------------------------------------------------------------
Cuando tu perro te muerde le sueles regañar, cuando te mutila de un mordisco sueles pensar en llamar a un exorcista. Sin embargo en el caso que nos ocupa el hecho de que el can haya probado el dulce sabor de la carne humana ha sido hasta cierto punto bueno.
Un buen día Jerry Douthett, ciudadano de Michigan (EE.UU.) descubrió una extraña franja en su pie. No le dio mayor importancia y decidió cortar la piel de la zona afectada con un cuchillo. Sin embargo, pasados unos días el pie comenzó a hincharse, impidiendo a Jerry ponerse cualquier tipo de zapato.
Su mujer Rosie, enfermera, temía por él y le decía que aquello podía ser diabetes Pero Jerry, cabezón como él sólo, se negaba a ir al hospital y daba constantes largas.
Un buen día, con el pretexto de armarse de valor para ir a hacerse los análisis, Jerry se fue a tomar unas copas. Empezó con unas cervezas y siguió con varios margaritas hasta que finalmente acabó como un cosaco que se hubiera… (perdón, no voy empezar con lo mismo de otras veces)… el caso es que Rosie tuvo que llevarle a casa, donde cayó desmayado por la borrachera.
Momentos después se despertaba de su etílico letargo con una extraña sensación en el pie. La resaca se le pasó automáticamente cuando vio que el dedo gordo de su pie no estaba y que su perro, Kiko, estaba comiéndoselo.
No hubo tiempo para reprender al animal. Rosie y Jerry fueron corriendo al hospital pertinente. Allí nadie podía creer lo del perro, pero el caso es que se realizaron varios análisis que demostraron que Jerry tenía diabetes tipo 2 con unos niveles de azúcar en sangre de 560 (cuando por lo visto lo normal es tener un índice entre 80 y 120).
Así que, por decirlo así, Jerry debe la vida a Kiko. Si no hubiera sido por el mordisco el tipo hubiese seguido retrasando sus análisis y sólo Dios sabe qué hubiera pasado.
Pero, ¿cómo es que el perro fue directamente a comerse el dedo del pie? Alguno pensará que, debido a los niveles de azúcar, el pobre animal pensó que el dedo de Jerry era una gominola. Y no andaría del todo desencaminado: los perros tienen 220 millones de receptores olfativos (muchos más que los 50 millones de la persona humana estándar) y pueden detectar un exceso de azúcar en sangre. Un rico y azucarado dedo del pie…
De todas maneras Kiko fue puesto en cuarentena, más que nada para comprobar que no tenía la rabia y lo del descubrimiento de la diabetes fue producto de una afortunada (es un decir) casualidad. Afortunadamente el perro está bien y no hay ningún rastro de rabia.
Ahora la familia vuelve a jugar alegremente… pero con los pies enfundados en mocasines de cuero duro… por lo que pueda pasar.
-----------------------------------------------------------------------------------
Cuando tu perro te muerde le sueles regañar, cuando te mutila de un mordisco sueles pensar en llamar a un exorcista. Sin embargo en el caso que nos ocupa el hecho de que el can haya probado el dulce sabor de la carne humana ha sido hasta cierto punto bueno.
Un buen día Jerry Douthett, ciudadano de Michigan (EE.UU.) descubrió una extraña franja en su pie. No le dio mayor importancia y decidió cortar la piel de la zona afectada con un cuchillo. Sin embargo, pasados unos días el pie comenzó a hincharse, impidiendo a Jerry ponerse cualquier tipo de zapato.
Su mujer Rosie, enfermera, temía por él y le decía que aquello podía ser diabetes Pero Jerry, cabezón como él sólo, se negaba a ir al hospital y daba constantes largas.
Un buen día, con el pretexto de armarse de valor para ir a hacerse los análisis, Jerry se fue a tomar unas copas. Empezó con unas cervezas y siguió con varios margaritas hasta que finalmente acabó como un cosaco que se hubiera… (perdón, no voy empezar con lo mismo de otras veces)… el caso es que Rosie tuvo que llevarle a casa, donde cayó desmayado por la borrachera.
Momentos después se despertaba de su etílico letargo con una extraña sensación en el pie. La resaca se le pasó automáticamente cuando vio que el dedo gordo de su pie no estaba y que su perro, Kiko, estaba comiéndoselo.
No hubo tiempo para reprender al animal. Rosie y Jerry fueron corriendo al hospital pertinente. Allí nadie podía creer lo del perro, pero el caso es que se realizaron varios análisis que demostraron que Jerry tenía diabetes tipo 2 con unos niveles de azúcar en sangre de 560 (cuando por lo visto lo normal es tener un índice entre 80 y 120).
Así que, por decirlo así, Jerry debe la vida a Kiko. Si no hubiera sido por el mordisco el tipo hubiese seguido retrasando sus análisis y sólo Dios sabe qué hubiera pasado.
Pero, ¿cómo es que el perro fue directamente a comerse el dedo del pie? Alguno pensará que, debido a los niveles de azúcar, el pobre animal pensó que el dedo de Jerry era una gominola. Y no andaría del todo desencaminado: los perros tienen 220 millones de receptores olfativos (muchos más que los 50 millones de la persona humana estándar) y pueden detectar un exceso de azúcar en sangre. Un rico y azucarado dedo del pie…
De todas maneras Kiko fue puesto en cuarentena, más que nada para comprobar que no tenía la rabia y lo del descubrimiento de la diabetes fue producto de una afortunada (es un decir) casualidad. Afortunadamente el perro está bien y no hay ningún rastro de rabia.
Ahora la familia vuelve a jugar alegremente… pero con los pies enfundados en mocasines de cuero duro… por lo que pueda pasar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario